#3 – Construir desde la conversación
El día que un comerciante del interior nos mostró que no necesitaba escalar. Necesitaba respirar.
Cerramos el marketplace con la sensación incómoda de que lo más importante seguía intacto: el problema.
Los comercios del interior necesitaban vender online, pero no desde una web ni desde un panel. Necesitaban hacerlo desde el lugar donde ya estaban: WhatsApp. Era obvio. Pero una cosa era decirlo, y otra era construir algo que realmente funcionara desde ahí.
Volver a empezar no fue romántico. El equipo se había reducido, no teníamos una nueva ronda, ni margen para jugar a largo plazo. Solo teníamos tiempo limitado y la convicción de que si lográbamos resolver una venta real en WhatsApp, íbamos a estar más cerca del producto correcto que nunca.
Cristian, el caos, y el clic
En uno de los tantos viajes por el país, conocimos a Cristian, dueño de una rotisería en Venado Tuerto. Tenía un local chico, y vendía todo por WhatsApp. Literalmente, todo.
Cuando le preguntamos cómo le iba, nos mostró el celular. Tenía cientos de chats abiertos con las mismas preguntas:
“¿Tenés empanadas?”, “¿Cuánto salen las milas?”, “¿Se puede pagar con MercadoPago?”.
Respondía uno por uno. A mano. Desde el celular. Sin sistema, sin computadora, sin tiempo.
—No puedo dejar de contestar, porque si no contesto, no vendo —nos dijo.
Y ahí fue donde entendimos todo. Cristian no quería vender más. Quería poder trabajar tranquilo sin miedo a perder pedidos. Lo que necesitaba no era escalar, era respirar.
Volvimos de ese viaje con una idea muy simple:
si logramos que Cristian venda sin responder, podemos ayudar a cualquier comercio del interior.
El primer agente (sin llamarlo así)
Era 2023. No había plan de hacer un agente de IA, algo tan conocido hoy por hoy. Solo había urgencia de sacar adelante nuestra startup.
En diez días armamos un sistema que tomaba su menú, lo cargaba a mano, y usaba su WhatsApp para responder automáticamente las preguntas más frecuentes. Si no entendía, escalaba a él.
Cuando alguien preguntaba por empanadas, el sistema respondía con el precio, la descripción y un link de pago. Todo por WhatsApp. Sin que Cristian tocara el celular.
Y funcionó.
No de forma perfecta, obvio. Pero suficiente para que Cristian vuelva a respirar.
Después del primer mes, más del 70% de las ventas eran asistidas o cerradas por el sistema. Cristian nos decía que tenía más tiempo, que podía trabajar más tranquilo, que por primera vez en años no estaba atado al celular todas las noches.
Un día nos mandó un mensaje que no me olvido más:
“Hoy me fui a comprar pan y volví con cuatro pedidos cerrados. No sé qué hicieron, pero gracias.”
Ese día entendimos que no estábamos vendiendo tecnología.
Estábamos devolviendo tiempo.
Lo que hicimos distinto esta vez
Ya no estábamos iterando el VICI viejo. Estábamos construyendo otro producto. Y lo sabíamos. Hicimos todo desde cero. Validamos desde un solo comercio. No necesitábamos volumen, necesitábamos resolver un problema real.
El producto tenía que generar valor en el primer minuto, en la primera venta. Si el comerciante no vendía más o ahorraba tiempo ese mismo día, no servía.
Cada decisión se validaba en una conversación real. Nada de encuestas o dashboards.
Te ayudó? Vendiste? Querés seguir usándolo?
Cristian nunca nos preguntó si eso era “inteligencia artificial”. Tampoco nosotros lo llamamos así.
Pero eso fue lo que terminamos construyendo: un agente capaz de responder con criterio, con contexto, y sin romper la relación con el cliente. Uno que trabajaba por Cristian, sin descanso, y sin quejarse.
Y todo eso lo armamos para una rotisería en el interior.
Sin grandes rondas.
Sin hype.
Solo porque alguien lo necesitaba.
Lo que aprendimos
La primera versión que funciona es incómoda. Fea, manual, frágil. Pero si genera valor, ya estás más cerca. Es muchísimo más que no construir nada.
No hay que mover al usuario. Hay que meterse en su flujo.
Foco mata historia. Nadie quiere “comercio conversacional”. Todos quieren vender más y laburar menos.
Construir con poco capital al principio te obliga a validar cada feature a vida o muerte. Y eso es una ventaja.
Cuando el producto hace su trabajo, el equipo deja de empujarlo. Se empuja solo.
Gracias por leer.
Tomi